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“Preparará Yahvé Sebaot para todos los pueblos, en este monte, un convite de manjares enjundiosos, un convite de vinos generosos (…) enjugará el Señor Yahvé las lágrimas de todos los rostros…” (Is 25, 6 y ss)

Desde el principio, la vida contemplativa ha sido considerada un signo de la anticipación de la Vida del Cielo en la tierra. Al mismo tiempo, la sabiduría del pueblo judío, a lo largo de la historia, entendió que tras esta vida terrena hay una eterna que no acaba y que, tal y como Yahvé prometió, está colmada de la dulzura y el deleite de manjares enjundiosos y vinos de solera.

Nosotras, con nuestra vida de entrega exclusiva a Dios y trabajando, como signo de nuestra pobreza, en la elaboración de la artesanía y los dulces, que nos permite tener la cabeza y el corazón en Dios y las manos en el trabajo, queremos hacer llegar parte de esa dulzura y belleza que nos ha sido prometida y de la que gozaremos en la Vida del Cielo donde ya no habrá lágrimas en los rostros.