Carisma

VEN, Y REPARA 

Permanece en mi Corazón 

Una respuesta al Corazón de Cristo:

AMA TOTALMENTE

VEN, Y REPARA

Hace más de ochocientos años, de rodillas a los pies de un crucifijo en una iglesia en ruinas, san Francisco escucha la voz del mismo Cristo que le pide: “Ve y repara mi Iglesia”. Allí empieza el Poverello de Asís a vivir una vocación que es mucho más grande que la reparación material de aquella iglesia de san Damián. Sin embargo, la tarea que él comienza allí con las piedras y que santa Clara con nuará con su existencia entregada, se convierte en parábola viva del carisma que el Espíritu Santo regala a la Iglesia. Un carisma único que Dios quiere desarrollar a través de la complementariedad de dos vocaciones.

En esa misma iglesia, la primera que san Francisco reparó, y a los pies del
mismo crucifijo que le mostró el deseo de Dios para él, nacerá la primera
comunidad de clarisas. Entonces fueron llamadas “damas encerradas”,
“damianitas”, “señoras de san Damián”, o “damas pobres”.

Si san Francisco y sus hermanos recibieron del Corazón de Jesús la llamada a
“ir” y reparar la Iglesia, al trabajo apostólico por la edificación del Cuerpo de
Cristo, podemos decir que santa Clara y sus hermanas recibieron de ese
mismo Corazón una llamada que define nuestra vocación específica: “VEN, Y
REPARA”.

Hoy somos la Orden de Hermanas Pobres de Santa Clara, y este monasterio
del Sagrado Corazón de Jesús es una porciúncula de esta gran familia. ¿Qué
significa hoy esta llamada: “Ven, y repara”, para nosotras? Creemos que, aún
después de ocho siglos, sigue significando lo mismo que para aquellas
“damas pobres”, y que el espíritu y la letra de nuestra fundadora siguen
hablando de los proyectos del Corazón del Señor, que subsisten de edad en
edad…:

VEN, Y REPARA:
permanece en mi Corazón

“Ya que vosotras, amadísimas hijas en Cristo, (…), siguiendo las huellas del
mismo Cristo y de su San sima Madre, habéis elegido vivir encerradas y servir
al Señor en suma pobreza, a fin de dedicaros a Él con el espíritu libre: Nos,
admirando en el Señor vuestro santo ideal, gustosamente queremos
complacer, con afecto paterno, vuestras aspiraciones y santos deseos.”
(de la aprobación papal de la Regla de Santa Clara)

El amor verdadero vive pendiente del Amado. Todos sus sen dos están
orientados hacia Él: todos sus gestos, sus ac tudes, su manera de mirar y de
obrar, cada movimiento de su Corazón, son “lo único importante”, y por eso
busca no salir de su presencia, permanecer siempre cerca, hacerse una con
Él y como Él. Éstos son los deseos que nos mueven a permanecer en clausura.

“Observa, considera, contempla, con el anhelo de imitarle, a tu Esposo, el
más bello entre los hijos de los hombres, hecho por tu salvación el más vil de
los varones.”
(de la segunda carta de santa Clara a santa Inés de Praga)

VEN, Y REPARA:
amando totalmente

“Te considero cooperadora del mismo Dios y sostenedora de los miembros
vacilantes de su Cuerpo inefable.”
(de la tercera carta de santa Clara a santa Inés de Praga)

El amor verdadero se realiza en lo concreto, no es desencarnado, porque
Cristo nos ha amado con un Corazón de carne. Correspondemos a ese amor
amando lo que Él ama y ofreciéndonos con Él. Todos han de estar en nuestro
corazón porque lo están en el suyo: las familias, los jóvenes, los enfermos y
todos los que sufren, las almas consagradas y los sacerdotes… Todos son para
nosotras hijos además de hermanos en Cristo. Y así también es en nuestra
vida fraterna, llamadas a ser las unas para las otras “manos y corazón de
Dios”.

“Y, si una madre ama y alimenta a su hija según la carne, ¿con cuánta mayor
solicitud no deberá una hermana amar y alimentar a su hermana espiritual?”
(de la Regla de Santa Clara)

VEN, Y REPARA:
como virgen pobre

“Yo el hermano Francisco, pequeñuelo, quiero seguir la vida y la pobreza de
nuestro al simo Señor Jesucristo y de su San sima Madre y perseverar en
ella hasta el fin; y os ruego, mis señoras, y os aconsejo que viváis siempre en
esta san sima vida y pobreza. Y estad muy alerta para que de ninguna
manera os apartéis jamás de ella por la enseñanza o consejo de quien sea.”
(última voluntad de san Francisco a santa Clara y sus hermanas)

El amor verdadero lleva a la configuración con el Amado. Por eso, las que
hemos sido llamadas a la inmidad con el Señor no podemos vivirla
plenamente sin abrazar la pobreza como forma de vida. Y no solo a una
escasez material voluntaria vivida con alegría, sino, aún más profundamente,
a la mansedumbre y humildad que Jesús mismo nos pide que aprendamos
de su Corazón al invitarnos a cargar con su yugo: a ser, de esta manera, sus
“cónyuges”.

“Con entereza de alma y enamorado corazón, habéis preferido la san sima
pobreza y la escasez corporal, uniéndoos con el Esposo del más noble linaje,
el Señor Jesucristo. El guardará vuestra virginidad siempre intacta y sin
mancilla. Amándolo, sois casta; abrazándolo, os haréis más pura;
aceptándolo, sois virgen.”
(de la primera carta de santa Clara a santa Inés de Praga)

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